Ya lo sabía antes de llamarla. Y lo confirmé a los 15 minutos, y un rato después, y a la hora, y 3 horas después seguía convencida de que hablar con mi madre me hace mal, muy mal.
Quizás deba tomarme vacaciones, nuevamente, está vez concientes y premeditadas y con alevosía hasta que a ella le salga dejar de hacerse la mosquita muerta y la víctima, y yo pueda pasar todos los tragos amargos y deshacerme de todas las broncas por ella inspiradas.
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